Desde hace 18 años la salvadoreña, Ana Ortega, vive en Carolina del Norte, en donde a base de esfuerzo ha salido adelante como una migrante, dando ayuda a su familia en El Salvador y, sobre todo, por brindarle una mejor calidad a su hijo, quien por muchos años pasó separado de ella.
La salvadoreña actualmente trabaja en un restaurante de Carolina del Norte donde se prepara comida muy característica de la cultura latinoamericana, pero especialmente en la preparación de los ricos tamales salvadoreños.
Ana comentó al periódico La Noticia de Carolina del Norte, que desde que estaba pequeña aprendió a hacer tamales junto a su familia aquí en El Salvador, ella ayudaba a su madre y demás familiares a cortar la hoja, limpiar el maíz y preparar la masa, una enseñanza que hasta el día de ahora considera un tesoro valioso en su vida, ya que gracias a la preparación de este platillo tradicional se gana la vida actualmente en EEUU.
“Los tamales en El Salvador los hacemos muy diferente que en Carolina del Norte, acá no tenemos el maíz fresco por eso los hacemos con harina Maseca, es lo más cercano para la receta. Pero el auténtico tamal salvadoreño tiene maíz puro”, dijo Ana, sobre la preparación de los tamales y la adaptación del platillo ante la falta de algunos ingredientes en EEUU.
Ana también es parte de Beloved Asheville, una organización latina sin fines de lucro que tiene una iniciativa llamada “Tamales por pañales”, la cual sirve para recaudar artículos de primera necesidad y repartirlos a las personas que más lo necesitan.
Una activista solidaria
La salvadoreña ha colaborado por mucho tiempo en la organización con la preparación de tamales y pupusas, dos platos típicos muy auténticos de la cultura salvadoreña.
Historia de lucha
Ana Ortega nació en el departamento de Chalatenango, a los 15 años ella salió embarazada, y fue allí cuando tomó la decisión de migrar hacia Estados Unidos con la intensión de poder tener una mejor calidad de vida para ella y su hijo, a quien dejó con su abuela cuando él era un bebé.
“Estaba buscando darle un mejor futuro a mi hijo, mi mamá podía darnos alimentos y techo, pero yo no podía aspirar a más. No podía trabajar, no había oportunidades en El Salvador y mi hermana me ofreció llegar a Carolina del Norte, pero tuve que dejar a mi hijo cuando tenía 11 meses”, recuerda Ana.
Con el tiempo la salvadoreña se desenvolvió en diferentes trabajos en EEUU, los cuales le servían para ayudar económicamente a su familia e hijo en El Salvador, pero su mayor propósito era poder llevarse a su hijo hasta Carolina del Norte y así poder reencontrarse con él.
Tras 10 años de haber llegado a Carolina del Norte, una de las hermanas de Ana la ayudó a llevar al niño de 11 años a hasta EEUU en el 2015, y así poder verlo nuevamente gracias al esfuerzo que durante muchos años ella invirtió para poder reunirse con el pequeño que dejó de once meses en El Salvador.
Actualmente Ana es una mujer ejemplar para muchas migrantes que con esfuerzo buscan salir adelante en EEUU, donde lo principal es la ayuda para la familia y otras personas latinas, contribuyendo en organizaciones que ayudan a migrantes de escasos recursos en suelo norteamericano.